Tanto los Balrogs como Sauron son Maiar que fueron corrompidos por Morgoth, el primer Señor Oscuro, que pertenecía a los Valar. Todos ellos son Ainur, espíritus creados por Eru (Ilúvatar) que Tolkien llamó en ocasiones «seres angélicos».
Tal
vez alguien se haya preguntado si estos espíritus podían realmente morir.
Porque tenemos constancia de una aparente muerte de Sauron con el hundimiento
de Númenor, o con la pérdida del anillo cuando Isildur se lo arrebata. Sin
embargo, con el tiempo, fue capaz de volver a tener un cuerpo físico y ser una
amenaza. Pero no es el caso de los Balrogs; algunos murieron en la Primera
Edad, otro murió luchando contra Gandalf, pero de ninguno se dice que volvieran
a «rehacerse» o «revivir».
El
concepto de la muerte para los seres encarnados como los Elfos o los Hombres es
la separación de su espíritu, o fëa, y su cuerpo, o hröa. Cuando
un cuerpo «es destruido, o herido y pierde la salud, tarde o temprano «muere»»
(El Anillo de Morgoth, p.254). El fëa abandona el hröa,
quedándose sin hogar. Ese espíritu, en el caso de los Elfos, es convocado a las
estancias de Mandos, aunque ese llamamiento podía ser rechazado. Y en el caso
de los Hombres, se dice que «también los Hombres van a las estancias de Mandos;
pero no esperan en el mismo sitio que los Elfos» (El Silmarillion,
p.140). En cualquier caso, el espíritu, el fëa, no puede ser destruido.
¿Qué pasa entonces con los «seres angélicos» (es decir, aquellos que no han recibido forma corpórea al ser creados)? Los Valar y Maiar podían «encarnarse en formas físicas visibles, aunque estas eran comparables a nuestros vestidos (en la medida en que estos constituyen una expresión personal), no a nuestros cuerpos» (Cartas, nº 212, p.333). Pero si uno de estos espíritus hacía uso de su cuerpo para su propio beneficio, le costaría cada vez más actuar sin el hröa, llegando a quedar atado a él. Quedaría pues, encarnado. Este es el caso de Morgoth, Sauron o los Balrogs.
También existen otros casos de estos seres que se encarnaron por una «gracia especial». Estamos hablando de Melian o los Istari. A Melian «le fue permitido, sin dudas porque su unión ya se había predicho en el principio de las cosas y estaba entretejida en el Amarth [Destino] del mundo» (Los Pueblos de la Tierra Media, p.418 nota 53). Los Istari fueron enviados con el consentimiento de Eru para ayudar en la guerra contra Sauron «investidos en cuerpos de Hombres, reales y no fingidos […] encarnados en cuerpos de la Tierra Media» (Cuentos Inconclusos, pp.422-423).
Cuando Gandalf (uno de los Istari) muere en su enfrentamiento con el Balrog, efectivamente muere, su espíritu se separa de su cuerpo y se presenta ante Eru. ««Desnudo fui enviado de nuevo por un breve tiempo hasta que mi tarea estuviera cumplida.» ¿Enviado por quién y desde dónde? No por los «dioses», cuyo cometido responde solo al mundo encarnado y a su tiempo pues él salió «fuera del pensamiento y el tiempo»» (Cartas, nº 156, p.239).
Volvamos ahora a la pregunta inicial, objeto de este ensayo. En realidad, cuando preguntamos si Sauron o los Balrogs podían morir, lo que queremos saber es qué es lo que pasa con ese espíritu cuando se produce la muerte. Porque, por lógica, si el fëa de los Elfos, Hombres o Enanos no podía ser destruido, tampoco es posible que suceda en el caso de los Ainur.
En el caso de Gandalf (Olórin) su espíritu va donde está Eru, pero no es una acción inevitable, así lo eligió él. Cuando Sauron muere en la Akallabêth, en el hundimiento de Númenor, «su espíritu se alzó desde las profundidades, y pasó como una sombra y un viento negro sobre el mar, y llegó de vuelta a la Tierra Media […] Se instaló de nuevo en Barad-dûr, […] hasta que se dio a sí mismo una nueva forma» (El Silmarillion, p.381).
En el ensayo titulado Ósanwe-kenta, que Tolkien escribió en 1959-1960, podemos encontrar un fragmento de gran relevancia sobre el asunto que estamos tratando.
Convendría hacer una puntualización de este pasaje. Es cierto que en La Balada de Leithian, de 1925-1931, Sauron (allí llamado Thû) se escapa de Huan tomando «una forma de vampiro con grandes alas», pero dejando atrás «un cuerpo de lobo sin vida». Sin embargo, en El Silmarillion publicado, copia del Quenta Silmarillion de 1937, Huan lo libera y su cuerpo no es destruido (El Silmarillion, p.238). Dicho esto, en este fragmento se nos revela que el espíritu de Sauron o de un Balrog por sí solo no resultaba una amenaza, debía «materializarse», tener un cuerpo. Podemos entonces suponer que los Balrogs que murieron en la Primera Edad, o el que mató Gandalf, simplemente quedaron «anulados», no pudieron volver a tener una presencia física.
No quedó totalmente incapacitado Sauron hasta la destrucción del Anillo. Hasta entonces, aún tenía suficiente poder para reconstruir su cuerpo.
Por último, recordemos qué sucede cuando Saruman, un Istar, conocido como Zarquino en la Comarca, es apuñalado por Gríma Lengua de Serpiente.
Waynne G. Hammond y Christina Scull comentan que «algunos lectores han inferido que el espíritu de Saruman el Maia trata de retornar a Valinor, pero es rechazado por los Valar» (El Señor de los Anillos: Guía de lectura, p.866).