lunes, 13 de febrero de 2017

Los Ainur y la muerte

 ¿Pueden morir los Balrogs o Sauron?
Los Ainur y la muerte.

 

Tanto los Balrogs como Sauron son Maiar que fueron corrompidos por Morgoth, el primer Señor Oscuro, que pertenecía a los Valar. Todos ellos son Ainur, espíritus creados por Eru (Ilúvatar) que Tolkien llamó en ocasiones «seres angélicos».

Tal vez alguien se haya preguntado si estos espíritus podían realmente morir. Porque tenemos constancia de una aparente muerte de Sauron con el hundimiento de Númenor, o con la pérdida del anillo cuando Isildur se lo arrebata. Sin embargo, con el tiempo, fue capaz de volver a tener un cuerpo físico y ser una amenaza. Pero no es el caso de los Balrogs; algunos murieron en la Primera Edad, otro murió luchando contra Gandalf, pero de ninguno se dice que volvieran a «rehacerse» o «revivir».

 Existe un pensamiento que dice que Sauron pudo «resucitar» porque cuando sucedieron sus «muertes» él ya había forjado el Anillo Único y dejado parte de su poder en él. Sería algo así como los horrocruxes de Harry Potter. 

El concepto de la muerte para los seres encarnados como los Elfos o los Hombres es la separación de su espíritu, o fëa, y su cuerpo, o hröa. Cuando un cuerpo «es destruido, o herido y pierde la salud, tarde o temprano «muere»» (El Anillo de Morgoth, p.254). El fëa abandona el hröa, quedándose sin hogar. Ese espíritu, en el caso de los Elfos, es convocado a las estancias de Mandos, aunque ese llamamiento podía ser rechazado. Y en el caso de los Hombres, se dice que «también los Hombres van a las estancias de Mandos; pero no esperan en el mismo sitio que los Elfos» (El Silmarillion, p.140). En cualquier caso, el espíritu, el fëa, no puede ser destruido.

 

¿Qué pasa entonces con los «seres angélicos» (es decir, aquellos que no han recibido forma corpórea al ser creados)? Los Valar y Maiar podían «encarnarse en formas físicas visibles, aunque estas eran comparables a nuestros vestidos (en la medida en que estos constituyen una expresión personal), no a nuestros cuerpos» (Cartas, nº 212, p.333). Pero si uno de estos espíritus hacía uso de su cuerpo para su propio beneficio, le costaría cada vez más actuar sin el hröa, llegando a quedar atado a él. Quedaría pues, encarnado. Este es el caso de Morgoth, Sauron o los Balrogs.

También existen otros casos de estos seres que se encarnaron por una «gracia especial». Estamos hablando de Melian o los Istari. A Melian «le fue permitido, sin dudas porque su unión ya se había predicho en el principio de las cosas y estaba entretejida en el Amarth [Destino] del mundo» (Los Pueblos de la Tierra Media, p.418 nota 53). Los Istari fueron enviados con el consentimiento de Eru para ayudar en la guerra contra Sauron «investidos en cuerpos de Hombres, reales y no fingidos […] encarnados en cuerpos de la Tierra Media» (Cuentos Inconclusos, pp.422-423). 

Cuando Gandalf (uno de los Istari) muere en su enfrentamiento con el Balrog, efectivamente muere, su espíritu se separa de su cuerpo y se presenta ante Eru. ««Desnudo fui enviado de nuevo por un breve tiempo hasta que mi tarea estuviera cumplida.» ¿Enviado por quién y desde dónde? No por los «dioses», cuyo cometido responde solo al mundo encarnado y a su tiempo pues él salió «fuera del pensamiento y el tiempo»» (Cartas, nº 156, p.239).

Volvamos ahora a la pregunta inicial, objeto de este ensayo. En realidad, cuando preguntamos si Sauron o los Balrogs podían morir, lo que queremos saber es qué es lo que pasa con ese espíritu cuando se produce la muerte. Porque, por lógica, si el fëa de los Elfos, Hombres o Enanos no podía ser destruido, tampoco es posible que suceda en el caso de los Ainur.

En el caso de Gandalf (Olórin) su espíritu va donde está Eru, pero no es una acción inevitable, así lo eligió él. Cuando Sauron muere en la Akallabêth, en el hundimiento de Númenor, «su espíritu se alzó desde las profundidades, y pasó como una sombra y un viento negro sobre el mar, y llegó de vuelta a la Tierra Media […] Se instaló de nuevo en Barad-dûr, […] hasta que se dio a sí mismo una nueva forma» (El Silmarillion, p.381).

En el ensayo titulado Ósanwe-kenta, que Tolkien escribió en 1959-1960, podemos encontrar un fragmento de gran relevancia sobre el asunto que estamos tratando.

«Ni siquiera [Morgoth] era capaz de controlar su forma visible, por lo que ya no podía enmascarar su fealdad y mostraba la malignidad de su mente. También sucedió lo mismo con algunos de sus sirvientes más poderosos, tal y como estamos comprobando en los últimos tiempos: se funden con las formas de sus malas acciones, y si se les quitan o se les destruyen los cuerpos, quedan anulados hasta que puedan reconstruir algo que se parezca a sus anteriores vestiduras, con las que puedan seguir los malvados rumbos que les han quedado fijados. *
*Evidentemente, aquí Pengolodh se refiere a Sauron, debido a cuyo resurgir tuvo que huir de la Tierra Media. Pero la primera destrucción de la forma corpórea de Sauron fue recogida en las crónicas de los Días Antiguos, en La Balada de Leithian.»
La Naturaleza de la Tierra Media, Ósanwe-kenta, p.225

Convendría hacer una puntualización de este pasaje. Es cierto que en La Balada de Leithian, de 1925-1931, Sauron (allí llamado Thû) se escapa de Huan tomando «una forma de vampiro con grandes alas», pero dejando atrás «un cuerpo de lobo sin vida». Sin embargo, en El Silmarillion publicado, copia del Quenta Silmarillion de 1937, Huan lo libera y su cuerpo no es destruido (El Silmarillion, p.238). Dicho esto, en este fragmento se nos revela que el espíritu de Sauron o de un Balrog por sí solo no resultaba una amenaza, debía «materializarse», tener un cuerpo. Podemos entonces suponer que los Balrogs que murieron en la Primera Edad, o el que mató Gandalf, simplemente quedaron «anulados», no pudieron volver a tener una presencia física.

No quedó totalmente incapacitado Sauron hasta la destrucción del Anillo. Hasta entonces, aún tenía suficiente poder para reconstruir su cuerpo.

«[Sauron] era destructible como los demás organismos físicos. Claro que eso no destruía el espíritu ni lo eliminaba del mundo donde debía permanecer hasta su fin. Después de la batalla con Gilgalad y Elendil, Sauron tardó largo tiempo en rehacerse, más del que había tardado tras la Caída de Númenor (supongo que porque cada reconstitución consumía parte de la energía inherente del espíritu, que podría llamarse la «voluntad» o el vínculo efectivo entre la mente y el ser indestructible y la realización de su imaginación). La imposibilidad de rehacerse después de la destrucción del Anillo es «mitológicamente» lo bastante clara en el presente libro.»
Cartas, nº 200, p.305

Por último, recordemos qué sucede cuando Saruman, un Istar, conocido como Zarquino en la Comarca, es apuñalado por Gríma Lengua de Serpiente.

«Ante el espanto de todos, alrededor del cadáver de Saruman se formó una niebla gris, que subió lentamente a gran altura como el humo de una hoguera mientras una figura pálida y amortajada asomaba sobre la Colina. Vaciló un instante, de cara al poniente; pero una ráfaga de viento sopló desde el oeste, y la figura se dobló y con un suspiro se deshizo en nada.»
El Retorno del Rey, El saneamiento de la Comarca, pp.343-344

Waynne G. Hammond y Christina Scull comentan que «algunos lectores han inferido que el espíritu de Saruman el Maia trata de retornar a Valinor, pero es rechazado por los Valar» (El Señor de los Anillos: Guía de lectura, p.866).