¿La
mortalidad es un don o es un castigo?
Aquellos que estén familiarizados con El Silmarillion probablemente tengan una rápida respuesta a la pregunta, pues en el primer capítulo del Quenta Silmarillion se dice lo siguiente:
"Uno y el mismo es este don de la libertad concedido a los hijos de los Hombres: que solo estén vivos en el mundo un breve lapso, y que no estén atados a él, y que partan pronto; a dónde, los Elfos no lo saben.”
Como se dijo en la FAQ dedicada a la mortalidad de los Hombres, de la que esta es complementaria, es difícil pensar en la muerte como un don. En una carta de 1951 destinada a Milton Waldman, Tolkien explica que la mortalidad es la libertad de no estar sujeto al mundo (a Arda), cosa que los Elfos no tenían. Ellos estaban ligados a Arda y no la podían abandonar aunque quisiesen: “durar mientras ella dura, no abandonarla nunca ni aun cuando se los «mata», sino retornar”. Cartas, p. 175
Si tan claro parece, ¿por qué entonces en el título de la FAQ se pregunta si la mortalidad es un castigo? Como veremos no es tan fácil el asunto y para hablar de ello debemos hablar de la primera caída de los Hombres. En El Silmarillion, en la conversación entre Finrod Felagund y Bëor, el elfo le pregunta por el despertar de los Hombres. Esto es lo que se dice:
“No pasó mucho tiempo sin que Felagund pudiera conversar sin dificultad
con Bëor; y mientras habitó con él hablaron mucho juntos. Pero cuando lo
interrogó acerca del despertar de los Hombres y de los viajes que habían hecho,
Bëor dijo muy poco; y en verdad poco era lo que sabía, porque los más viejos de
entre ellos nunca habían contado historias del pasado, y un silencio había
caído sobre la memoria de los Hombres. —Hay una oscuridad detrás de nosotros
—dijo Bëor—, y le hemos dado la espalda, y no deseamos volver allí ni siquiera
con el pensamiento. Al Occidente se han vuelto nuestros corazones, y creemos
que allí encontraremos la Luz.
¿Qué sucedió entre Morgoth y los Hombres en su despertar? ¿en qué consiste esa oscuridad? No encontraremos esa respuesta en El Silmarillion, pero sí en los escritos de Tolkien. Veámoslos de forma más o menos cronológica a partir de que acabara El Señor de los Anillos.
A finales de 1949 Tolkien finalizó El Señor de los Anillos, aunque se publicara años más tarde, y se embarcó en una profunda revisión de su legendarium o mitología. En esa época escribió la versión C y D de la Ainulindalë, cuya parte del texto se utilizó en el capítulo «Del principio de los días» de El Silmarillion publicado. En la Ainulindalë es donde se encuentra el fragmento anteriormente mencionado que dice “La Muerte es su destino, el don que les concedió Ilúvatar”
El capítulo 10 del Quenta Silmarillion (QS) de 1937 tenía de título De los Hombres y los Enanos y fue revisado en 1951. Pero Tolkien apenas hizo cambios en la parte de los Edain, que siguió conservándose como en 1937, sin alusión a las palabras de Bëor: “Hay una oscuridad detrás de nosotros”. No fue hasta la revisión de 1958 (QP2), momento en el que este capítulo se dividió en dos, cuando aparecen las palabras de Bëor y la mención a esa oscuridad.
Sin embargo, el segundo párrafo indicado de La llegada de los Hombres que aparece en El Silmarillion publicado no procede de ese nuevo texto de los Edain del Quenta Silmarillion QP2. El pasaje proviene de un añadido a los Anales Grises en el que desarrolló la historia del intento de corrupción de Morgoth a los Hombres en el este. El texto de los Anales Grises fue escrito en 1951 y entonces ya se hablaba de esa oscuridad en el corazón de los Hombres y que algo había pasado:
Como decíamos, en 1951 Tolkien escribió una carta a Milton Waldman que se hizo célebre por su contenido, pues era, según las palabras de Christopher, “una brillante exposición de su concepción de las primeras Edades”. Constituía un muy buen resumen de su legendarium, su mitología, tal como la concebía en aquella época. Y en esta carta nos encontramos ambas cosas, la idea de la muerte como un Don y la alusión a una primera caída de los Hombres.
"El
Hado (o Don) de los Hombres es la mortalidad, la libertad de los círculos del
mundo.
...creo que las leyendas y los mitos encierran no poco de «verdad»; por cierto, presentan aspectos de ella que
sólo pueden captarse de ese modo…
De esta primera caída de los Hombres Tolkien quería que su conocimiento llegara a través de elementos antiguos difundidos, no registrados en parte alguna… No sabemos, por tanto, qué consecuencia tuvo esa caída, pero la mortalidad era (o seguía siendo) un don de Ilúvatar hacia los Hombres.
En 1954, en el borrador de una larga carta para Peter Hastings que no fue enviada, Tolkien continuaba hablando de la muerte como un don, e iba más allá:
“…
mi legendarium, especialmente la «Caída de Númenor» que corresponde
inmediatamente antes que El Señor de los Anillos, se basa en mi concepción de
que los Hombres son esencialmente mortales y no deben tratar de volverse «inmortales»
carnalmente.
A esto añadió en una nota a pie de página:
También en otra carta de 1954 dirigida al padre Robert Murray escribió de la misma forma:
No hay duda de que, al menos en esta época, la muerte era un don y no un castigo por lo que fuera que pasara en el despertar de los Hombres. Un año después, en 1955, Tolkien escribió unos borradores que años más tarde se convertirían en la Athrabeth Finrod ah Andreth. En ellos aparecía el germen de lo que se convertiría en la Historia de Adanel, la leyenda de la Caída. Entonces se decía que los Hombres tomaron a Melkor como Señor y Dios; algunos decían que los espíritus de los Hombres renegaron de su propia naturaleza y, por ello, se debilitaron, y otros que Eru se encolerizó y les dijo que pronto abandonarían la Tierra y acudirían ante él para saber quién mentía (El Anillo de Morgoth, p. 405-406).
La Athrabeth, el debate de Finrod y Andreth, se escribió en 1959, y en esta obra, tal como decía Christopher, se “exploraba por vez primera la naturaleza de la Mácula de los Hombres”. Andreth le habla a Finrod acerca de una tradición que sobrevivía entre los Hombres según la cual los Hombres eran de naturaleza inmortal, pero no le quiso decir nada más salvo que esa historia procedía del pueblo de Adanel.
Tolkien escribió la «Historia de Adanel» (El Anillo de Morgoth p.395-399) junto a un extenso comentario de la Athrabeth que fue adjuntada a esta. Un resumen sería el siguiente:
Al principio de la historia de los Hombres, la Voz les decía que eran sus hijos. Los Hombres le escuchaban y le hablaban, pero, con el tiempo, lo fueron haciendo menos. Después se les apareció otro ser que les prometió riquezas y conocimiento. Era el Dador de Regalos, decía. Y los Hombres lo reverenciaron y les apartó de la Voz. Los Hombres se postraron ante él y lo tomaron como Señor. Una vez habló la Voz y dijo: «Habéis renegado de Mí, pero seguís siendo Míos. Yo os di la vida. Ahora se acortará, y cada uno de vosotros acudirá a Mí tras un breve tiempo, y sabrá quién es el Señor: si aquel a quien adoráis, o Yo, que os hice». los Hombres creyeron que la Voz procedía de la Oscuridad y le pidieron ayuda a su Señor para librarse de la muerte. Pero él les pidió hacer Su voluntad, y los Hombres sufrieron de agotamiento, hambre y enfermedades. Algunos de ellos, en su desesperación, hablaron diciendo: «Ahora sabemos al fin quién mentía y quién deseaba devorarnos. La Oscuridad no era la primera Voz, sino el Amo que hemos tomado […] Él es nuestro Enemigo». Entonces, por miedo a que todos fueran castigados, los Hombres mataron y persiguieron a todos aquellos que hablaban mal del Amo.
De modo que, de acuerdo con esta historia, los Hombres vieron acortada su vida al haber servido a Melkor y apartarse de Eru. Eru fue quien realizó semejante castigo. No se afirma aquí que los hombres eran de naturaleza inmortal, tal como decía Andreth, solo que su vida fue acortada.
Pero, ¿cuánto de cierto tiene esta historia? ¿Se relata como una certeza, o como una tradición, leyenda o mito que sobrevivía entre los Hombres? Más bien lo segundo que lo primero, pues Tolkien ejerce simplemente de narrador. Si bien, en la Nota 9 de la Athrabeth ya no actúa como tal y dice lo siguiente:
Parece evidente que Tolkien no quiso aclarar la veracidad de esta historia. Prefirió dejarlo en una tradición o leyenda, de la que no se puede decir que sea una historia por completo ficticia, ni tampoco se puede probar la verdad de esta. Esto es recurrente en su obra, dejar premeditadamente cosas sin explicar, sin respuesta, o sin aclarar la autenticidad de algunas historias. Recordemos, por ejemplo, la leyenda de la Dagor Dagorath o la incertidumbre que tienen Hombres y Elfos con la muerte. Tolkien, hablando de El Señor de los Anillos, le decía a Naomi Mitchison que:
Recapitulemos… En un principio, existía una Caída de los Hombres, un acto grave, del que se desconocía sus consecuencias, pero no era la mortalidad. La muerte era un don de Eru y no un castigo. Como se ha visto, Tolkien repitió estas palabras de forma indudable varias veces. No hay ninguna declaración, ni ningún texto de Tolkien en el que pudiéramos pensar que este pensamiento cambiase posteriormente, aun con la escritura de la Athrabeth. Lo que surgió de esta obra fueron las palabras de Andreth y la historia de Adanel, la leyenda de la Caída. Y, en palabras del mismo Tolkien, no se demuestra su veracidad, pero algo, algo sí tendría…
Sabemos que Tolkien le daba cierto valor y credibilidad a las leyendas o mitos: “Después de todo, creo que las leyendas y los mitos encierran no poco de «verdad»; por cierto, presentan aspectos de ella que sólo pueden captarse de ese modo.” (Cartas p. 175). Cabría aquí hablar de una conversación que relata Humphrey Carpenter entre Tolkien, C.S. Lewis y Hugo Dyson sobre la verdad del mito. Una noche de 1931 los tres amigos salieron a caminar. Lewis creía en Dios, pero no entendía la función de Cristo y de qué manera podía afectarle o ayudarle su muerte, llegando a afirmar que “los mitos eran mentiras”. Pero Tolkien no estaba de acuerdo, y le hizo ver que el mito de Cristo había ocurrido en el mundo real, “y así como el lenguaje es invención de objetos e ideas, el mito es invención de la verdad”. Unos días más tarde Lewis se convirtió al cristianismo (Biografía, pp.185-187).
Probablemente,
la respuesta más satisfactoria a esta incógnita sobre la muerte de los Hombres y que podría tener mayor
conformidad con los textos expuestos podría ser la de que, en efecto, la muerte
es un don de Eru, y los Hombres eran mortales por naturaleza, pero en la Caída
su vida fue acortada.
ACTUALIZACIÓN JUNIO 2022
La publicación del libro La Naturaleza de la Tierra Media ha sacado a la luz un texto que corrobora la conclusión anterior. Estas páginas escritas a mano se encuentran en hojas de prensa de Allen & Unwin fechadas a principio de 1968. Hablando de la Caída y de la conversación de Finrod y Andreth en la Athrabeth, Tolkien escribió:
“De esta conversación parece desprenderse que Andreth pensaba que la muerte (y especialmente el miedo a ella) había sobrevenido a los Hombres como un castigo o resultado de algún desastre (los Eldar creían que se trataba de una rebelión contra Eru); originalmente no había habido ninguna intención de que las vidas de los Hombres fuesen breves o pasajeras. […]
Porque (en la medida que podemos conjeturar ahora) [de] las leyendas (sobre todo, probablemente, las de origen élfico, aunque nos han llegado a través de los Hombres) parecería claro que los Hombres no estaban concebidos como seres de una longevidad élfica, limitados solo por la vida de la Tierra o la resistencia de esta como lugar habitable para los Encarnados. Tenían el privilegio, como dirían los Elfos, de haber abandonado el mundo físico y el tiempo (los círculos del mundo) por voluntad propia, pero después de una vida mucho más larga de la que la mayoría gozaba hoy en día. Por tanto, la vida de los Númenóreanos antes de su caída (¿la 2ª Caída del Hombre?) no era tanto un don especial como una restauración de lo que debería haber sido la herencia común de los Hombres, [la de vivir] 200 o 300 años.”