El destino y el libre albedrío en el
mundo de Tolkien
En el clímax de El Señor de los Anillos, cuando
Frodo está en las Grietas del Destino, decide no hacer aquello que había venido
a hacer. Frodo cede ante la voluntad del Anillo y decide no arrojar el Anillo
al Fuego. Pero en
aquel instante ocurrieron muchas cosas
que acabaron con la destrucción del Anillo y la derrota de Sauron.
Fue gracias a la intervención de Gollum por lo que
la Misión fue finalmente completada, y la pregunta que podríamos hacernos es:
¿fue fruto de la casualidad o el destino estaba marcado para que así sucediera?
El libre albedrío o libre elección se define como
la capacidad de poder elegir y tomar nuestras propias decisiones. En el mundo
de Tolkien no parece haber muchas dudas de su existencia.
“Para
concluir: habiendo mencionado el Libre Albedrío, podría decir que en mi mito he
utilizado la «subcreación» de un modo muy especial […] para volver visibles y
físicos los efectos del Pecado o los abusos del Libre Albedrío por los hombres.
El Libre Albedrío es derivativo y sólo operativo dentro de circunstancias
dadas; pero para que pueda existir es necesario que el Autor lo garantice,
suceda lo que suceda: especialmente cuando está «en contra de Su Voluntad»”
Carta 153, Cartas. p. 229
El libre albedrío es aquel que
permite a Morgoth, uno de los Valar creados por Eru (Dios), realizar cosas que
estaban prohibidas: “Pero
si «cayeran» como cayó el Diabulos Morgoth y empezaran a hacer cosas «para sí»,
éstas, pues «serían», aun cuando Morgoth quebrantó la suprema prohibición de
hacer otras criaturas racionales como los Elfos o los Hombres.” [Orcos] y Eru tolerarlo: “Que Dios lo
«tolerara» no parece peor teología que la tolerancia de la deshumanización
calculada de los Hombres que se produce hoy por obra de los tiranos.” (Carta 153, p. 230)
“Pero
el Único conserva su autoridad definitiva y (o así parece verse en el tiempo
serial) se reserva el derecho a meter el dedo de Dios en la historia… De
acuerdo con la fábula, los Elfos y los Hombres fueron las primeras de estas
intromisiones, hechas en verdad mientras la «historia» era todavía sólo una
historia y no estaba «realizada»; por tanto, de ningún modo fueron concebidos o
creados por los dioses, los Valar, y se los llamó los Eruhíni o «Hijos de
Dios», y para los Valar fueron un elemento incalculable: esto es, eran criaturas racionales de libre voluntad
en relación con Dios.”
Carta 181, Cartas. p. 276-277
Volviendo a los acontecimientos que
suceden en El Monte del Destino, y admitiendo el libre albedrío, ¿deberíamos
pensar que el hecho que Gollum le arrebatara el Anillo a Frodo y posteriormente
cayera en el Fuego, fue una simple casualidad?
En varias cartas Tolkien habla acerca del momento
de la destrucción del Anillo y la prueba que supuso para Frodo. En una de ellas
responde de la siguiente forma:
“Si
relee los pasajes que tratan de Frodo y el Anillo, creo que comprenderá que no
solo le era del todo imposible entregar el Anillo, …, sino que esta incapacidad
se presagiaba desde mucho tiempo atrás... Él (y la Causa) se salvaron... por
Piedad: por el valor supremo y la eficacia de la Misericordia y el perdón de la
ofensa.
… Pienso más bien en las últimas peticiones
misteriosas del Padrenuestro: No nos dejes caer en la tentación, mas líbranos
del mal. Una petición contra algo que no puede ocurrir es algo falto de
sentido. Existe la posibilidad de ser colocado en una posición que está más
allá del propio control. En ese caso (tal como lo creo), la salvación de la
ruina dependerá de algo en apariencia sin conexión: la santidad general (y la
humildad y la misericordia) de la persona que se sacrifica.”
Carta
191. Cartas. p. 295
No se puede negar que la obra de Tolkien, su
legendarium, está influenciado por la religión y la mitología. Destaca
principalmente la religión cristiana, que predomina especialmente en la
concepción de la Creación y los Hijos de Dios. En la carta anterior, y en la
siguiente que veremos, evidenciamos que aquello que sucede en las Grietas del
Destino tiene un trasfondo religioso.
“Pero en este punto se logra la «salvación»
del mundo y la propia «salvación» de Frodo por su anterior piedad y el perdón
de la ofensa... Tener «piedad» de él [Gollum]
y
abstenerse de matarlo fue una locura… Le robó y lo dañó al final; pero, por
mediación de cierta «gracia», la última traición se produjo precisamente en el
momento en que el acto malo final fue lo más benéfico que podía hacerse por
Frodo. Por mediación de una situación creada por su «perdón», él mismo fue
salvado y liberado de su carga.”
Carta 181. Cartas. p. 275
Cabría destacar el papel fundamental
que tiene la Piedad y Misericordia de Bilbo y Frodo al no haber matado a Gollum
para que finalmente la Misión tuviera éxito. Sin duda nos hace recordar
aquellas palabras de Gandalf:
“El
corazón me dice que [Gollum] todavía tiene un
papel que desempeñar, para bien o para mal, antes del fin: y cuando este
llegue, la misericordia de Bilbo puede determinar el destino de muchos, no
menos que el tuyo.”
La Sombra del Pasado. La Comunidad del Anillo. p.
79
Quisiera centrar la atención en una frase de la
carta 181: “...
por mediación de cierta «gracia», la última traición se produjo precisamente en
el momento...”. No parece ser casual que la intervención de Gollum se
produjera justo en ese instante. Podríamos pensar, por las implicaciones
religiosas que llevamos observando, si algún espíritu de alto rango, algún
Valar o el mismísimo Eru, medió en ese mismo instante, haciendo posible la
destrucción de Sauron y la salvación de Frodo.
Tolkien
nos da la respuesta en sus Cartas. En un par de ocasiones nombra al Escritor de la
Historia, aquella persona que interviene para que suceda aquello que
debía suceder. Nos interesa especialmente una, que nos proporciona muchísima
información:
“Frodo
merecía todo honor porque derramó hasta la última gota de la capacidad de su
voluntad y de su cuerpo, y eso fue suficiente para llevarlo al punto destinado
y no más allá. Muy pocos, quizá ninguno más de su tiempo, podrían haber llegado
tan lejos. El Otro Poder se hizo cargo entonces del control: el Escritor de la
Historia (por el que no me refiero a mí mismo), «esa persona siempre presente
que nunca está ausente y nunca se la nombra»* (como ha dicho un crítico). Véase
Vol.I**
*En
realidad, llamado «el Único» en Apéndice A. Los Númenóreanos (y los Elfos) son
monoteístas absolutos.
Carta 192. Cartas. p. 297, 518
El Escritor de la Historia no es otro que Eru, el Único, el Dios en el mundo de Tolkien, aquel
que se
reserva el derecho a meter el dedo de Dios en la historia (Carta 181, p. 276), y fue él quien intervino para
salvar a Frodo, pues había llegado al límite de su voluntad y de su cuerpo. Fue
una mediación divina que podríamos pensar que es puntual, una muestra de
Piedad, pero se nos remite a la conversación entre Gandalf y Frodo en la que
aparece la palabra destino (destinado). Creo importante
mencionar que las palabras destinado en el texto
de El Señor de los Anillos aparecen en cursiva.
“**[palabras de Gandalf a Frodo] Detrás
de todo esto había algo más en juego, y que escapaba a los propósitos del
hacedor del Anillo: no puedo explicarlo más claramente sino diciendo que Bilbo
estaba destinado a encontrar el Anillo, y no por voluntad del hacedor.
En tal caso, tú también estarías destinado a tenerlo.”
La Sombra del Pasado. La Comunidad del Anillo. p.
75
Si Bilbo estaba destinado a tener el Anillo y Frodo
a tenerlo, entonces se puede decir que ciertos acontecimientos que ocurren en
la Historia ya están escritos. El destino parece que forma parte del mundo de
Tolkien, pero si esto es así podríamos preguntarnos si no es incompatible con
el libre albedrío.
La doctrina filosófica del
determinismo, en su forma más débil, admite el libre albedrío de los individuos
dentro de un sistema determinista. En un mundo creado por Tolkien, con sus
propias reglas, se podría aceptar que fuera posible la libre elección del
individuo, aunque en ciertos momentos supeditada a la voluntad de Eru que se reserva el derecho
a meter el dedo de Dios en la historia.
Pero también es verdad que esto es aparentemente contradictorio con el concepto
que da Tolkien de libre albedrío: para que pueda existir [el libre albedrío] es necesario que el Autor lo
garantice, suceda lo que suceda, algo que
no es posible si ciertos acontecimientos están predestinados a que sucedan. No
obstante, este debate acerca de la compatibilidad de destino y libre albedrío no es el propósito de este artículo.
Volvamos a Frodo y aquello que sucede en el Monte
del Destino. Hemos visto que fue la participación de Eru lo que posibilitó que
se dieran ciertos acontecimientos que acabaron con la caída del Anillo al
Fuego. Hay una carta, la Carta 246, que habla acerca de esa intervención.
“Frodo
había hecho lo que podía y estaba exhausto (como instrumento de la Providencia)
y había logrado una situación en la que el objeto de su búsqueda era
alcanzable.”
Carta 246, Cartas, p. 380
En este
texto se nombra a Frodo como un instrumento de la Providencia (de Eru o Dios) y
él mismo se sentía de igual forma, como un instrumento del bien.
“[Frodo] …se veía a sí mismo
y a todo lo que había hecho como un fracaso… Eso fue en realidad una tentación
venida de la Oscuridad, una última chispa de orgullo: el deseo de haber vuelto
como un “héroe”, no contento con ser el mero instrumento del bien.”
Carta 246, Cartas, p. 381-382
El ser un instrumento de algo sugiere que hay un
propósito mayor, un plan que debe ser ejecutado o realizado. Un Plan Divino del
que también forma parte, por otros motivos, Lúthien y Tuor.
“…los
de Lúthien (y Tuor) y la situación de sus descendientes fue un acto directo de
Dios. La entrada en los Hombres de la corriente élfica representa, en verdad
parte del Plan Divino para el
ennoblecimiento de la Raza Humana, desde el principio destinada a desplazar a los Elfos.”
Carta 153, Cartas, p. 228-229
Sin duda, en ese Plan de ennoblecimiento de la
Raza Humana habría que añadir el matrimonio
de Arwen y Aragorn.
“Hubo tres uniones entre los Eldar y los
Edain: Lúthien y Beren; Idril y Tuor; Arwen y Aragorn. Por esta última, las
ramas desde tanto tiempo atrás divididas de los Medio Elfos, volvieron a unirse
y el linaje fue restaurado.”
Apéndice A, El Retorno del Rey, p. 362
“Lo que
se quiere decir es que fue Arwen la que primero pensó en enviar a Frodo al
Oeste y rogó por él ante Gandalf… y utilizó como argumento su propia renuencia
al derecho de ir al Oeste que ella tenía. Su renuncia y su sufrimiento estaban
relacionados y mezclados con los de Frodo: ambos formaban parte de un plan para
la regeneración del estado de los Hombres.”
Carta 246, Cartas, p. 381
Tolkien dijo que había libre elección, libre
voluntad, pero también estamos viendo que existe un Plan Divino y que ciertos
personajes participan en él. Están destinados a hacerlo como instrumento del
bien. Personajes como Gildor, el elfo con el que Frodo se encuentra tras salir
de la Comarca, podría ser uno de ellos. Un encuentro que no parece fortuito.
“quizá
este encuentro no sea del todo casual, pero el propósito no me parece claro y
temo decir demasiado.”
Tres es compañía, La Comunidad del Anillo, p. 107
Con todas estas menciones al destino
que llevamos observando, no es raro encontrarnos profecías en el mundo de
Tolkien. Las profecías no dejan de ser predicciones que se hacen de hechos futuros,
y según una acepción de la RAE, por inspiración divina o sobrenatural. De este
modo, esas profecías “dicen” el destino de personajes u hechos, como, por
ejemplo, la profecía de Glorfindel y el Rey Brujo: “¡No lo persigas! No
volverá a esta tierra. Lejos está todavía su condenación, y no caerá por mano
de hombre” (El Retorno del Rey, p. 383).
Unas profecías que se cumplirán y Él (Eru) intervendrá, si es necesario, para
que así sea, pues esa es su voluntad, su Plan.
Para concluir, nada mejor que hacerlo con las
palabras de Gandalf a Bilbo.
“– ¡Entonces
las profecías de las viejas canciones se han cumplido de alguna manera! – dijo
Bilbo.
– ¡Claro!
– dijo Gandalf-. ¿Y por qué no tendrían que cumplirse? ¿No dejarás de creer en
las profecías sólo porque ayudaste a que se cumplieran? No supondrás, ¿verdad?,
que todas tus aventuras y escapadas fueron producto de la mera suerte, para tu
beneficio exclusivo. Te considero una gran persona, señor Bolsón, y te aprecio
mucho; pero en última instancia, ¡eres sólo un simple individuo en un mundo
enorme!”
La última jornada, El Hobbit, p. 360